Revista Ciencias de la Tierra Infantil

Geo Infantil

El Hombre y la Roca

| Cuento e Ilustraciones Wilmer Pérez

1

La Roca: Hola.

El Hombre: ¡¿Quién dijo eso?!

La Roca: Yo.

El Hombre: ¿Quién es yo?

La Roca: Pues yo, ¿quién si no?

El Hombre: ¿De qué te escondes?

La Roca: De nada, no hace falta.

El Hombre: Y entonces, ¿por qué no puedo verte?, ¿dónde estás?

La Roca: Busca debajo de ti.

El Hombre: ¿Cómo? Solo veo una simple roca.

La Roca: Precisamente, soy yo.

El Hombre: ¿Quién?

La Roca: La roca, mucho gusto.

El Hombre: ¿Cómo que la…roca?

La Roca: Sorprendido, ¿verdad?

El Hombre: Espera…debe ser este terrible calor que me está haciendo delirar. Sí, debe ser eso.

La Roca: No lo es.

El Hombre: ¿Sigues ahí?

La Roca: Pues claro, ¿dónde más?

El Hombre: Pero… ¿cómo es posible? ¡Las rocas no hablan!

Una roca sencilla

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La Roca: ¿Eso crees? ¿Quién lo dice?

El Hombre: Pues… ¡todos!

La Roca: ¿Todos? Qué pena…

El Hombre: ¿Pena por qué?

La Roca:  Porque al parecer todos están equivocados.

El Hombre: ¿Equivocados? ¿En qué?

La Roca:  Pues en creer que las rocas no hablan.

El Hombre: Una roca no puede hablar.

La Roca: ¿Y por qué no? Bueno, pues… porque no es un ser vivo. ¿Eso?

El Hombre: ¿Y qué? ¿Acaso has visto una lagartija hablar? ¡Y está más que viva!

La Roca: Es cierto; aun así, las rocas no hablan.

El Hombre: Bueno…desde que el mundo es mundo.

La Roca: ¿En serio? ¿Y tú qué sabes del mundo?

El Hombre: No es igual. Yo soy un ser humano, una criatura superior con la capacidad de pensar y transformar el mundo en el que vive e ir más allá; en fin, el eslabón más alto en la evolución… ¿Acaso puedes igualar eso?

La Roca:  Claro que no, soy una roca, pero te digo que algo sí sé.

El Hombre: ¿Qué cosa?

La Roca:  Que para ser un ser tan inteligente no eres muy sabio, sino más bien uno bastante arrogante.

El Hombre: ¿Arrogante, yo? Mira quién lo dice, una simple y burda roca.

La Roca: ¿Lo ves?

El Hombre: ¿Qué?

La Roca: Que sí eres arrogante y que soy simple.

El Hombre: Eso eres, solo una roca, solo barro endurecido por el tiempo… ¿o no?

La Roca:  No es tan sencillo; soy mucho más compleja de lo que parezco, y mucho más que barro. Te asombraría saber cómo nací y también cómo llegué aquí.

La Hombre: Está bien, te escucho.

Otra roca sencilla

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La Roca: ¡Caramba! ¿No eras tú quien decía que las rocas no hablamos?

El Hombre: Puede ser interesante después de todo, lo siento. La curiosidad es algo muy propio de los humanos y no tanto de los gatos.

La Roca: ¿Los gatos?

El Hombre: Sí, bueno…en fin, no lo entenderías; además, si tanto desean hablar, ¿por qué han permanecido calladas por tanto tiempo?

La Roca:  No lo sé, quizás porque nadie nos ha preguntado nunca nada.

El Hombre: ¡Lógico! ¿A quién se le ocurriría algo así?

La Roca: A ustedes, los humanos, que presumen de su inteligencia.

El Hombre: En tal caso, sería locura y no inteligencia.

La Roca: En el pasado, antes de que ustedes aparecieran en el mundo, claro, e incluso ahora, los seres vivos nunca dieron motivo para hacerlo.

El Hombre: O el hecho de que no piensan, para empezar…

La Roca: Tal vez, llevo millones de años averiguándolo.

El Hombre: ¿En este mismo lugar?

La Roca: Claro que no. He cambiado de lugar tantas veces que ya ni recuerdo dónde estuve antes.

El Hombre: ¿Y no te aburres?

La Roca: ¿De qué?

El Hombre: De tanto ir de aquí para allá durante millones de años. Óigame, ¡eso es mucho tiempo!

La Roca: Es parte del ciclo de existencia de una roca, la “vida”, como ustedes, los seres vivos, le llaman, solo que la nuestra es bien larga, y en ella todo transcurre lentamente. Aun así, no todas tenemos la suerte de durar tanto, y muchas terminamos nuestro ciclo como parte de lo que llaman “suelo”, esparcidas aquí y allá, por todas partes.

El Hombre: Es difícil para mí creer que tengas millones de años de edad.

La Roca: Por eso hablaba en serio cuando te dije que no conocías el mundo.

El Hombre: No es tan así. Los seres humanos, aunque llevamos poco en él, hemos logrado, mediante el aprendizaje, llegar a tener una visión general de cómo ha sido el mundo en el pasado.

La Roca:  Quizás; en cambio, nosotras, que solo somos simples rocas, ya hemos visto mucho.

El Hombre: Eso no las hace más especiales.

La Roca: No, pero sí más sabias.

El Hombre: Si sabes tanto del pasado, roca sabia, ¿puedes contarme sobre él?

La Roca:  Te sorprendería saber cuántas cosas han sucedido. Todo depende…

El Hombre: ¿Depende de qué?

La Roca:  De cuánto quieras mirar en el pasado. Tú mismo dijiste que los humanos han hurgado en él repetidas veces buscando respuestas.

El Hombre: Respuestas muchas veces incompletas, y ahora que estás aquí, roca sabia, deseo saber más.

4

La Roca:  Muy bien ¿Qué quieres saber?

El Hombre: A ver, a ver… ¿Has estado en el mar alguna vez?

La Roca:  Varias veces, sobre todo bajo él…bastante salado, por cierto.

El Hombre: ¿Y en la cima de una montaña?

La Roca:  También.

El Hombre: ¿Puedes probarlo?

La Roca:  Claro, mira. ¿Ves estas marcas aquí? Eso fue cuando estuve en el fondo del mar. Recuerdo que las corrientes podían ser más que molestas. ¡Ah!… y esta cicatriz me la hice al rodar pendiente abajo y caer de la montaña. Por suerte no me hice pedazos.

El Hombre: Está bien, pero…y los seres vivos, ¿qué opinas de ellos?

La Roca: Siempre me han llamado la atención. Admiro su gracia y complejidad. He visto tantos ya… Vienen y van en muchas formas y tamaños. A algunos los recuerdo bastante bien, ya que deambularon en la superficie durante un buen tiempo.

El Hombre: ¡Los dinosaurios, por ejemplo! ¿Los conoces? Unos seres semejantes a lagartijas gigantes. Si eres tan antigua como dices, seguramente te topaste con ellos en algún momento.

La Roca: Ah, sí, a ellos los recuerdo como si fuera ayer. Tuve tiempo suficiente para contemplarlos. Muchos eran grandes y pesados, algo torpes también; hasta recibí varios pisotones, pero nada de qué preocuparse. En cambio, otros más pequeños eran bastante ágiles, y hasta peligrosos. Parecían tener el control todo el tiempo. Yo tenía por entonces como 100 millones de años y era muy jovencita.

El Hombre: ¿Y los primeros humanos? De seguro te acordarás de ellos también, ¿no es así?

La Roca: Por supuesto, cómo olvidarlos. Fue hace muy poco.

El Hombre: Y entonces, ¿qué crees de ellos y de nosotros, sus descendientes?

La Roca: Son interesantes.

El Hombre: No quiero presumir, pero habrás notado que somos diferentes.

La Roca: En eso tienes razón. Llegaron los últimos y desde entonces han pretendido ser los amos del mundo, ¡vaya atrevimiento! Al menos las lagartijas gigantes lo fueron por mucho más tiempo del que tienen ustedes. Aun así… un buen día, otra roca, mucho más grande que yo, cayó, pues, de…arriba, y desde entonces no se les ha vuelto a ver. A lo mejor las criaturas como tú tienen mejor suerte, pero quién sabe ¿no?

El Hombre: ¡Oh, eres dura!

La Roca: No puedo evitarlo. Soy una roca, y ser dura es parte de mi naturaleza.

El Hombre: ¿De manera que seguirás aquí durante otros millones de años más?

La Roca: Quizás, eso no lo decido yo.

El Hombre: ¿Por qué? ¿Acaso no eres libre de ir de aquí para allá, o incluso de permanecer quieta cuando te plazca?

La Roca: En parte sí, pero mi destino final lo deciden los agentes.

El Hombre: ¿Agentes? ¿Qué agentes?

La Roca: Los de la naturaleza, claro. ¿Quiénes más? Ellos toman las decisiones más importantes, incluso las tuyas.

El Hombre: Es diferente; nosotros podemos alterar la situación y decidir qué destino queremos.

La Roca: ¿Eso crees? Continúas siendo el mismo humano arrogante que sigue sin entender cómo funciona el mundo.

El Hombre: Tal vez no lo hayas notado, pero el mundo ha cambiado mucho últimamente. Solo has estado en él como espectadora. Los humanos tenemos un don: el de poder cambiar las cosas.

La Roca:  Si es como dices, ¿cómo hacen para poner la naturaleza a su favor?

El Hombre: Pactando con ella, aunque a veces nos pasemos de la raya y se nos vaya de control. Lo reconozco, sí…

La Roca: Eso no parece ser muy sabio.

El Hombre: Sabio puede que no, pero sí ingenioso. Al final siempre nos las arreglamos para seguir adelante, y eso nos da la ventaja.

La Roca: ¿Qué es ventaja?

El Hombre: Tener el tiempo a tu favor.

La Roca: Bueno, en eso te supero, teniendo en cuenta tu corta existencia, apenas una brisa pasajera, si me entiendes.

El Hombre: Con la diferencia de que nosotros hemos aprendido a prescindir en gran parte de los agentes que en tu caso te mantienen atada a los designios de la naturaleza.

La Roca: Cada cosa en este mundo se encuentra en estrecho equilibrio a través del Gran Ciclo. Nosotras estamos sujetas a las fuerzas naturales, como dices, a sus caprichos y manejos. En cambio, ustedes dependen de nosotras para avanzar y sobrevivir.

Una roca más de esta linda historia

5

El Hombre: ¡Espera un momento! ¿Quién está siendo arrogante ahora? ¿Por qué dependería yo de una simple roca?

La Roca:  Muy sencillo. Nosotras somos mayoría ¿Lo dudas? ¡Mira a tu alrededor y verás! Juntas y bien apiladas formamos las montañas, como les dicen. El paisaje sin ellas no tendría, digamos…ese toque tan especial. Ellas existen gracias a nosotras. Y más importante aún: en ellas guardamos gran parte de nuestros tesoros más preciados, esos que ustedes llaman minerales, e incluso hasta la sustancia viscosa y oscura que ha ocupado el centro de su existencia, y que ofrecemos a cambio de nada. Sin ellos, en verdad, nunca podrían hacer…bueno, todo aquello que hacen para disponer del mundo a su antojo.

El Hombre: Tienes razón. Tengo que reconocer que, después de todo, no eres tan simple y ordinaria.

La Roca: Una entre tantas. Nosotras, las rocas, no podemos cambiar el propósito para el cual hemos sido creadas, el de ser constructoras del mundo. No nos queda más opción que ser las mismas inanimadas y tercas de siempre, y no pocas estaremos por este “vecindario” durante muchísimo tiempo más, hasta el final del camino. Ustedes, los humanos, seres vivos, provistos de la determinación de la que carecemos nosotras, apenas están comenzando a descubrir la razón por la que han llegado tan lejos. Con suerte, seguirán en este mundo por un largo período, o incluso, tal vez, puede que hasta evolucionen a algo mejor. ¿Quién sabe? Eso, si no desaparecen antes. Pero…ya el tiempo lo dirá.

El Hombre: ¿Sabes? He sido un tonto, un completo idiota cegado por su arrogancia, subestimando tu longevidad y experiencia, pero te diré algo: eres la roca más sabia y menos simple que he conocido. En verdad, eres la primera. Además, no todos los días una roca y un ser humano se ponen al día.

La Roca: ¿No es fascinante? Mi joven ser humano aprendiz, ¡si superas lo muy afortunado que eres! Es por eso que doy las gracias.

El Hombre: No te entiendo, roca sabia ¿Qué quieres decir?

La Roca:  Porque, verás…Curiosamente, justo en este momento, bajo el silencio y la quietud de este bosque, sin percatarte siquiera, te encuentras profundamente dormido, y aun así eres extraordinariamente capaz de soñar e imaginar que yo, una simple roca, algo no vivo y que nunca lo será, haya despertado de su letargo de millones de años y ahora se encuentre hablando contigo, un ser humano, solo para ponerse al día.

Fin