Revista Ciencias de la Tierra

Karst y cuevas: "Los misterios de la Isla Madre de Dios"

En la Patagonia, específicamente en la Región de Magallanes y Antártica Chilena, al sur del golfo de Penas, se esconde la Isla Madre de Dios. Esta isla alberga fascinantes cuevas, ocultas en imponentes rocas que guardan en su interior invaluables registros culturales y geológicos.

16 Noviembre 2020 | Por Catherinne Huerta

Foto portada: entrada de la caverna en la Isla Madre de Dios.

| Cueva en la Isla Madre de Dios. En las cuevas de la Isla existen vestigios arqueológicos de los Kawésqar, pueblo originario de la Patagonia chilena.

FOTOGRAFÍA DE CATHERINNE HUERTA

Palabras clave: Calizas – Karst – Cuevas – Isla Madre de Dios – Kawésqar

Pareciera ser que cada vez que uno piensa en aventuras se vienen a la mente imágenes de cuevas y lugares difíciles de explorar, en los cuales hay que sortear muchos obstáculos, como por ejemplo atravesar bosques, viajar en botes o en barcos con olas de grandes dimensiones y sobrellevar un clima que juega en contra. Todo lo descrito anteriormente es real, y es parte de las aventuras que se viven en las expediciones a Isla Madre de Dios realizadas por Centre Terre cada dos años.

Isla Madre de Dios es una pequeña isla ubicada en la Provincia Última Esperanza, rodeada por fiordos patagónicos y estrechamente conectada con el Océano Pacifico. Para acceder a ella se debe navegar por al menos 30 horas desde Puerto Natales. La isla se encuentra deshabitada y el turismo está prohibido, ya que está en proceso de postulación a Patrimonio de la Humanidad en la UNESCO.

Sobrellevar el clima es una de las principales dificultades para quienes desean acceder a este lugar, ya que las precipitaciones pueden alcanzar los 8.000 mm anuales y los vientos pueden tener rachas de hasta 200 kilómetros por hora, similar a la velocidad de algunos huracanes. Este arduo clima afecta directamente al oleaje, haciendo que la ruta se vuelva muy exigente y apta solo para valientes y experimentados capitanes que estén dispuestos a navegar hasta allí. 

Una vez que desembarcas en la isla, es posible observar montañas rocosas con distintos colores y texturas, conformadas por distintas capas de rocas, cada una con su historia y particularidades mineralógicas1. Todas en su conjunto conforman un paisaje digno de National Geographic.

Lo primero que capta la atención son los estratos2 de color blanco que cubren gran parte del territorio. Estas capas están fuertemente deformadas creando pliegues3 y formas difíciles de explicar a simple vista, como si hubiesen sido moldeadas al igual que la plasticina.

|Glosario|

Características especiales tales como el color, textura, forma, entre otras propiedades que permiten distinguir a los minerales.

Capas en las que se disponen las rocas, cuando estas se han formado por procesos sedimentarios, es decir, por acumulación de sedimentos.

Deformación dúctil de las rocas en que los estratos se curvan formando ondulaciones leves a muy pronunciadas.

Tipo de roca compuesta mayoritariamente por carbonato de calcio (CaCO3).

Es una clase de minerales con dureza baja y que en su mayoría son solubles en medios acuosos ácidos.

Sustancias que pueden ser disueltas. 

Pueblo originario de la zona Austral de Chile, declarado Tesoros Humanos Vivos. 

Vestigios de esqueletos pertenecientes a humanos o animales.

Restos petrificados que revela la existencia de organismos o de su actividad, en el pasado.

Son formaciones de carbonatos que se generan en el suelo de las cuevas.

Son formaciones de carbonatos que se generan en el techo de las cuevas.

Fotografía: Vista de un cerro donde se pueden ver plieguesm abajo un hermoso lago y alrededor vegetación frondosa. Foto del sur de Chile

| En color blanco se pueden ver las rocas calizas con deformaciones en forma de pliegues en la Isla Madre de Dios.

FOTOGRAFÍA DE CATHERINNE HUERTA

Estas rocas son denominadas calizas4 y se componen principalmente de carbonato de calcio5, que bajo condiciones atmosféricas se puede disolver con el agua. De este modo, las precipitaciones permiten que se genere un proceso de disolución6, el cual avanza incluso hacia el interior de la roca, infiltrándose por los poros. Así, se comienzan a generar pequeños conductos y pasadizos, que se ensanchan y conectan con el paso del tiempo dando origen a cuevas de longitudes kilométricas. A este ambiente geológico que contiene rocas carbonáticas como las calizas y este modelado de relieves por procesos de disolución lo denominamos ambiente kárstico, o simplemente, karst.

Fotografía: Sección de una caverna muy húmeda y rocosa

| Infiltraciones de aguas en las paredes de las cuevas en la Isla Madre de Dios. 

FOTOGRAFÍA DE CATHERINNE HUERTA

Estas cuevas son el nicho de algunos misterios culturales y geológicos. Varias de ellas fueron el refugio y hogar del pueblo Kawésqar7, por lo que es común encontrar osamentas8 en algunas de estas cavidades. Otras guardan en sus paredes algunos registros fósiles9, fundamentales para el estudio de la vida pasada. Y, por último, pero no menos importante, en algunas cuevas abundan las estalagmitas10 y estalactitas11, estructuras cónicas formadas por precipitación de calcita.

Imagen donde se ven estalactitas, formación de carbonato de calcio propio de las cavernas

| Formaciones de estalactitas en cuevas de la Isla Madre de Dios.

FOTOGRAFÍA DE CATHERINNE HUERTA

Las estalagmitas son de gran importancia para estudios paleoclimáticos, debido a que registran las variaciones climáticas de hace millones de años, lo que podría entregar indicios para comprender como afectará el cambio climático en esta zona tan austral. En cuanto a las estalactitas, éstas han sido útiles para realizar estudios de microbiología en el área, con el objetivo de comprender cómo sobreviven los microorganismos dentro de estas cavidades.

En resumen, la Isla Madre de Dios es un lugar de muchos secretos, que solo serán revelados para los más valientes y osados exploradores en los próximos artículos.

Referencias

  1. Centre Terre (2019) Rapport d’expedition Ultima Patagonia 2019 et Project Ultima Patagonia 2019. Centre Terre, Toulouse, France, 87 pp.