Revista Ciencias de la Tierra

El bipedismo humano ¿causas o quimeras?

Inicialmente quizás el bipedismo no tuvo una utilidad exclusiva y fue herencia de un rasgo asociado a una mejora en la reproducción. Al menos esta hipótesis zanjaría con todas las teorías que lo han pretendido explicar.

13 Septiembre 2021 | Por David Rabadá

Palabras clave: Bipedismo humano – Orangután – Ardipithecus – Australopithecus

Una de las primeras explicaciones del bipedismo humano fue pensar que al andar erguido nos permitía ver mejor por encima de las hierbas de la sabana. De esta manera podíamos observar mejor a nuestros depredadores y evitarlos. El problema fue que los primeros bípedos, como nosotros, no vivían entre hierbas sino asociados a bosques abiertos y selvas ribereñas. Ejemplo de ello es el género Australopithecus1 cuya dentición así lo indica. Léanse en este sentido los trabajos de Estebaranz y colaboradores del Journal Anthropological Science de 2012, del Nature de agosto de 2019, el de Ungar & Sponheimer en Science  de 2011. La conclusión ante los datos era que el andar a dos patas se dio en el destino de los árboles sin la necesidad de escudriñar sobre las hierbas a campo abierto.

Otra hipótesis muy extendida para explicar el bipedismo fue que éste evolucionó para dejar las manos libres y fabricar así herramientas. Por suerte, y en 2015 la revista Nature publicó una amplia revisión de las primeras herramientas vinculadas con nuestros parientes y se vio claramente que la evolución del bipedismo y la fabricación de líticos quedaba separada por un lapso de más de tres millones de años. La necesidad de elaborar herramientas no podía ser la causa del andar erguido, a lo máximo fue al revés, el bipedismo facilitó la fabricación de piedras cortantes.

También, y para explicar el bipedismo se propuso que este reducía el consumo de energía con respecto a la locomoción cuadrúpeda, pero finalmente los cálculos demostraron falso tal cómputo. Además, hoy en día sabemos que nuestros ancestros directos no fueron simios cuadrúpedos sino bípedos arborícolas. De todas formas, y bajo el asunto energético del bipedismo, otros autores estimaron que el andar erguido regulaba mejor la temperatura corporal bajo el Sol, pero ya dijimos que el andar sobre dos patas evolucionó entre las sombras de los árboles, no en solanas descubiertas. Cabe añadir que si ello hubiera sido tan adaptativo, la mayoría de habitantes de la sabana ya habrían evolucionado, entre muchos otros, hacia elefantes, jirafas y leones bípedos.

|Glosario|

Los australopitecos son un género extinto de primates homínidos. Las especies de este género habitaron en África desde hace algo más de 3,9 millones de años hasta hace unos 2 millones de años. La mayor novedad aportada por los australopithecus es que se desplazaban de manera bípeda.

Synalpheus regalis es un tipo de gamba, crustáceos decápodos comestibles, llamados camarones, que exhibe comportamiento eusocial, nivel más alto de organización social que se da en ciertos animales. 

Las ratas topo desnudas son pequeños roedores subterráneos que habitan principalmente en Etiopía, Kenia y Somalia y cuya característica visible más señalada es la carencia de pelo que les aporta un extraño aspecto.

Oreopithecus bambolii, literalmente ‘mono montañés de Bamboli’, es una especie extinta de primate hominoideo que vivió durante el Mioceno (23 – 5 millones de años) Sus fósiles han sido hallados en Italia, especialmente en Toscana y Cerdeña y en el este de África.

Gigantopithecus blacki es la única especie conocida de Gigantopithecus, un género extinto de primates hominoideos que vivió en Asia suroriental.

| Castillos humanos en Valls, Cataluña. Los primates tienen un as bajo la manga, su sociabilidad. Bajo clanes grandes, bien estructurados y de mayor tamaño, los simios pudieron desarrollar una vida más terrestre que no arborícola bajo la cohesión del grupo que mejoraba nuestra supervivencia. Es decir el bipedismo pudo reducir nuestra tasa metabólica para propiciar una mayor inversión en la reproducción 

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADA

Por todo lo anterior vemos que el andar bípedo no devino directamente adaptativo. No obstante hay un dato que sí relaciona ahorro energético y bipedismo. Parece ser que el trepar por los árboles consume cuatro veces más energía que el desplazarse por el suelo. De hecho nuestros congéneres trepadores son mucho más musculosos que nosotros los andantes erguidos. Durante la evolución de nuestro bipedismo de campo abierto la musculatura ha ido menguando reduciendo nuestro metabolismo. En fin, que es más económico vivir en el suelo que agarrado a las ramas. El problema es que a ras de tierra existe un mayor riesgo de depredación. Pero los primates tienen un as bajo la manga, su sociabilidad. Bajo clanes grandes, bien estructurados y de mayor tamaño, los simios pudieron desarrollar una vida más terrestre que no arborícola manteniendo a raya a los depredadores. Los insectos sociales, las gambas parásitas Synalpheus regalis2, las ratas topo Heterocephalus glaber3, los cetáceos y nosotros los simios hemos desarrollado complejos entes sociales que bajo la cohesión del grupo mejoran nuestra supervivencia. Es decir el bipedismo pudo reducir nuestra tasa metabólica para propiciar una mayor inversión en la reproducción. Un ejemplo de ello fue Oreopithecus4, un simio que habitó hace 8 millones de años una isla cerca de la Toscana italiana. En ella no había depredadores y así estos primates podían bajar al suelo sin riesgos. Quizás por ello Oreopithecus evolucionó desarrollando su propio bipedismo reduciendo así su consumo energético.

 

| Termiteros en Kimberly, Australia. Los insectos sociales, las gambas parásitas Synalpheus regalis, las ratas topo Heterocephalus glaber, los cetáceos y nosotros los simios hemos desarrollado complejos entes sociales que bajo la cohesión del grupo mejoran nuestra supervivencia. 

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Pero hay una excepción a lo terrestre que sigue encajando con la hipótesis anterior, el orangután. Este simio conservó el bipedismo arborícola ancestral y se quedó en los árboles. Al no bajar al suelo de manera frecuente no tuvo la necesidad de evolucionar en clanes sociales para disuadir a los depredadores terrestres. Cabe añadir que el orangután es el simio más alejado, parco y antisocial entre nuestros parientes, es decir, es el que debería conservar los rasgos más ancestrales, cosa que así ostenta. De hecho, su linaje se separó de nosotros cerca de los 10 millones de años y hoy sus miembros suelen vivir de manera solitaria, pero congregándose en pareja para la reproducción. Hecha la cópula y la fecundación, el macho torna solo a los umbrales de la selva. En todo ello el orangután escasamente baja al suelo a buscar recursos y su vida arborícola sobreviene fundamental. Así evita encuentros con depredadores aunque si fuera gigante los ahuyentaría, algo que así sucedió. El Gigantopithecus blacki5, y según datos de ADN fósil, fue uno de sus parientes Goliat en el sudeste asiático hace más de 300.000 años (Ver el Nature de noviembre de 2019).

| Playa del Mediterráneo. El bipedismo actual quizás fue una herencia muy primitiva arborícola y sin adaptación clara inicialmente 

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En resumen, parece que la locomoción terrestre en clanes sociales compactos redujo dos cosas, el riesgo de depredación y su metabolismo. Así, estas especies disponían de más energía sobrante que podían invertir en el motor de la evolución, su reproducción. A menor coste energético corporal, mayor energía para la propagación. Cerca de los 4 millones de años, y en espacios más abiertos como sabanas y bosques de galería, empezaron los primeros bípedos marchadores a desplazarse. La expansión de los claros, y en detrimento de los bosques, conllevó la mejora de la bipedestación marchadora más apta para caminar grandes distancias que no para la velocidad. En ello esos antropomorfos debían buscar unos recursos más dispersos entre bosques y sabanas. Es decir, la expansión de la sabana también favoreció la marcha a dos patas.

Referencias

  1. Cela, C. & Ayala, F. (2001): Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
  2. Cela, C. & Ayala, F. (2021): Humanos. ¿O no?. Alianza Editorial.
  3. Johanson, D. & Edey, M. (1982): El Primer Antepasado del Hombre. Editorial Planeta.
  4. Kuper, A. (1994): The Chosen Primate. Harvard University Press.
  5. Rabadà, D. (2020): Prejuicios y Evolución Humana. Editorial Canalla.