Revista Ciencias de la Tierra

Las fases de la evolución humana, ¿adaptaciones o reproducción?

Nuestros antepasados no sobrevivieron por luchar a lo Rambo sino por todo lo contrario. La susodicha ley del más fuerte resulta hoy en día una presunción demasiado militar aplicada en evolución. Pelearse implica riesgos, lesiones y pérdidas. Por eso, y en nuestro planeta, son muchas las especies que eluden la lucha por razones obvias. Nuestros ancestros, como parte de la biología terrestre, también redujeron su agresividad para sobrevivir más. En ello, y sus fases evolutivas, nos lo indican.

31 Mayo 2021 | Por David Rabadà

| La lucha no devino del principal motor evolutivo de nuestros ancestros sino otra capacidad mucho más darwiniana.

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ (Indonesia)

Palabras clave: Evolución humana – Adaptación – Reproducción – Fases evolutivas 

El éxito evolutivo de nuestros parientes no se fundamentó ni en Mazinger Z ni en Rambo. Sus habilidades, y para brindarnos su acervo genético, fueron otras. El motor evolutivo real de la evolución no fue la fuerza bruta que algunos darwinistas sociales preconizan, sino otra capacidad. Para analizar este hecho cabe un remanso en las orillas de la Selección Natural y en su punto más débil, en su error, el quién sobrevive.

En 1859 Darwin fue pionero en romper con los prejuicios creacionistas del momento. Su idea de la Selección Natural irrumpió en una sociedad victoriana creyente en el fijismo aristotélico. Por aquel entonces la visión del mundo era que todo había sido bastante igual durante el devenir de los tiempos. No es que no hubiera dudas y pruebas de cambios drásticos, sino que estos sólo se veían bajo las hecatombes bíblicas. El diluvio universal o los castigos divinos sustentaban las explicaciones de entonces. Darwin, y ante la evolución biológica y los cambios de especies, demostró una explicación de las muchas que vendrían. Así en 1859 publicó su Origen de las Especies y su Teoría de la Selección Natural. Aquello dilapidó el mundo establecido. En todo ello, y cabe insistir, Darwin solo aportó el primer mecanismo, la Selección Natural, mientras que el resto vino después.

| El bipedismo marcó una fase evolutiva crucial en nuestra historia que condicionó otras adquisiciones posteriores.

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ (Marruecos)

El proceso de la Selección Natural se halla fundamentado en tres hechos que observó Darwin. El primero, que las especies realizan ingentes esfuerzos para reproducirse con miles de semillas y espermatozoides. El segundo, que la variabilidad dentro de ellas es tan amplia que permite que unos pasen la prueba del tiempo y otros no. Y el tercero, que muy pocos de los nacidos llegan a reproducirse. De ello Darwin concluyó que tras el paso cronológico solo unas pocas variedades, no todas, lograban perpetuarse en la evolución, es decir, que existía una selección sin que hubiera una mano directora al respecto, solo el azar mandaba en ello. Para Darwin quien sobrevivía devenía el más apto, aunque en ello pesaba un pensamiento circular que el padre de la Selección Natural no resolvió de manera satisfactoria. Si el más apto sobrevive y quien sobrevive es el más apto, nos hallamos ante un pez que se muerde la cola, lo que en filosofía se llama una tautología. Viene a ser lo mismo que las eternas preguntas de quién fue antes, ¿el huevo o la gallina? O, ¿qué hay más allá del polo norte?, ¿el sur?

Para resolver estos pensamientos circulares cabe definir los dos nodos, ver qué ocurre y cambiar la pregunta. Norte y sur son la misma Tierra, en donde la pregunta óptima sería qué geometría tiene el planeta para que desde el norte se llegue de nuevo al sur; huevo y gallina son también la misma especie en donde la cuestión debería ser qué organismo fue el primero que se reprodujo por huevos; y finalmente, sobrevivir y apto equivalen a lo mismo en donde la pregunta debería ser por qué algunos organismos perduran y otros no. Y la respuesta es que quien perdura no es siempre el mejor adaptado, ni el más luchador, ni el más agresivo, sino simplemente quien ostenta la suerte de reproducirse mejor. A mayor tasa reproductiva, mayor posibilidad de perdurar. Y en ello adaptación y sobrevivir cierran el pez que se muerde la cola en la reproducción. Pongamos el caso de la desaparición del neandertal frente a la irrupción de nosotros los gráciles. Muchos autores dicen que los sapiens exterminamos a los neandertales bajo el encuentro y la confrontación. Aunque jamás se haya hallado indicio alguno al respecto, este Caín mató a Abel proliferó entre muchos círculos e ideologías, pero la explicación más lógica y demostrable fue la distinta tasa de reproducción entre estas dos variedades de Homo. En sapiens fue mayor asimilando genéticamente a los neandertales, la genética así lo ha demostrado. Es decir, el motor principal de la evolución no fue la lucha entre especies sino su tasa de reproducción.

| La reproducción es uno de los principales motores de la evolución biológica. 

Llegados a este punto podemos volver a la evolución humana y darnos cuenta que esta se halla plagada de saltos, con o sin adaptaciones, que permitieron reproducirse mejor a nuestros ancestros. Tres fases fueron cruciales y sirven para explicar la evolución humana con cierta simplicidad. El primero fue el bipedismo hace más de tres millones de años, el segundo fue el aumento de nuestro encéfalo cerca de los dos millones de años, y el tercero fue la adquisición de un pensamiento sofisticado alrededor de hace medio millón de años. A las tres fases anteriores cabe añadir la extensión de un pulgar oponible, el acortamiento de brazos a cambio del alargamiento de piernas, la fabricación de piedras cortantes, la reducción del dimorfismo sexual, la desaparición del estro en las hembras, la expansión de las glándulas sudoríparas, la pérdida del pelo corporal, el descenso de la agresividad instintiva y el habla articulada entre muchas otras adquisiciones. Todas ellas mejoraron nuestra reproducción.

Referencias

  1. Cela, C. & Ayala, F. (2001): Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
  2. Gould, S (1981): La Falsa Medida del Hombre. Biblioteca de Divulgación Científica. Ediciones Orbis.
  3. Rabadà, D. (2020): Prejuicios y Evolución Humana. Editorial Canalla.
  4. Sterelny, K (2020): Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Arpa ediciones.