Revista Ciencias de la Tierra

El concepto de homínido, ¿realidad o prejuicio?

Durante gran parte del siglo XX el concepto de homínido gustó a la mayoría de expertos por una simple razón, proclamaba lo que se quería escuchar. En aquellos entonces un homínido era un primate sin cola, dotado de andares bípedos y un cerebro en expansión. Pero las cosas en la naturaleza jamás son tan simples.

8 Febrero 2020 | Por David Rabadà

| El Australopithecus afarensis fue un bípedo marchador con una encefalización equivalente a los actuales chimpancés

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ

Palabras clave: Evolución – Humana – Homínidos – Homininos – Prejuicios

Por los años ochenta se interpretó que otros simios antiguos y alejados de nuestra evolución, anduvieron sobre dos patas. Hablamos del bipedismo defendido por Moyà en Oreopithecus1, el de Ardipithecus2 por White o el de Danuvius3 por Böhme. En base a estos fósiles se infiere que existió un bipedismo arborícola muy anterior al de campo abierto del género Homo. Es decir, andar erguido no era ni exclusivo nuestro ni nuevo, era ancestral, hasta heredado.

Lo anterior dinamitaba las imágenes en donde de izquierda a derecha, supongo que sin connotaciones políticas, un simio cuadrúpedo iba adquiriendo verticalidad, mayor cerebro y herramientas, es decir un solo linaje homínido. Pero todo ello reside muy lejos de la verdad y cerca de los prejuicios. Para comprender mejor esto todavía falta un último ingrediente a la sopa homínida, la criadilla que da el buen gusto, aunque esta no resida en los bajos sino más arriba, en el encéfalo.

| Imagen donde se gráfica la evolución de la verticalidad, crecimiento cerebral y utilizacón de herramientas dando a entender un solo linaje. 

|Glosario|

Es un género extinto de primate hominoide de la época del Mioceno cuyos fósiles se han encontrado en la actual Toscana y Cerdeña en Italia. 

Los ardipitecos (Ardipithecus) son un género de hominino extinto que vivió durante las épocas Mioceno y plioceno en la Depresión de Afar, Etiopía.

Danuvius guggenmosi es una especie extinta de gran simio que vivió hace 11,6 millones de años durante el Mioceno medio-tardío en el sur de Alemania.

Tim D. White es un paleoantropólogo estadounidense, profesor de Biología Integrativa en la Universidad de California, Berkeley. Se hizo famoso a raíz de haber participado en el descubrimiento de Lucy, conjuntamente con Donald Johanson, Yves Coppens y Maurice Taieb. 

Es un homínido extinto de la subtribu Hominina que vivió entre 3,9 y 3 millones de años atrás.

Especie de humano arcaico del Pleistoceno inferior, vivió en el sur y este de África hace unos 2.3 a 1.65 millones de años.

Rama de la biología que define las relaciones evolutivas entre los organismos basándose en similitudes derivadas.

El concepto de homínidos se fraguó entre dos pilares, el bipedismo, ya desmantelado, y la expansión cerebral alardeada por los sapiens. Pues bien, esta supuesta encefalización homínida ya fue rasurada por un descubrimiento en la región de Afar, en Etiopía. Corría la década de los ochenta cuando el equipo de White4 y sus colegas se dieron cuenta de un hallazgo demoledor. Rápidamente vieron que aquello fulminaba muchos prejuicios en evolución humana y no les faltó lógica para enunciar sus consecuencias. Aquel esqueleto de unos tres millones de años sí pertenecía a la evolución humana, pero no encajaba con el concepto de homínido. Aunque bautizaron como Lucy a unos restos bajo el influjo de una canción de los Beatles, Lucy in the Sky with Diamonds, LSD, no fue ninguna alucinación su conclusión. Su Australiopithecus afarensis5, pequeño bípedo-marchador como un sapiens, tenía una capacidad craneal ínfima, más o menos como la de un chimpancé. Es decir, andar a dos patas no iba con un cerebro grande sino que ambas cosas devenían distintas. En fin, que el concepto de homínido se derrumbó definitivamente ante los datos. Los homínidos habían sido una proyección de nuestros deseos antropocéntricos. La evolución humana, como en la de la mayoría de organismos del planeta, era un mosaico de adquisiciones y no un patrón propio. Es decir, en base a estructuras previas los organismos evolucionan heredando errores y avances. La evolución biológica de este planeta jamás ha pretendido una finalidad hacia homínidos bípedos encefalizados. 

| El Australopithecus africanus ha sido una especie considerada dentro de los homínidos pero hoy en día esta clasificación se halla en discusión y revisión.

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ

A finales del siglo XX la mayoría de paleontólogos aceptaron la desaparición del concepto homínido, pero a rey muerto, rey puesto. La ausencia del concepto homínido provocó la necesidad, entre algunos, de crear un nuevo producto que encajara de nuevo con una evolución humana en exclusiva. Y así se rescató el término hominin para referirse a las especies vinculadas con nuestra evolución, algo otra vez muy antropocéntrico al creernos especiales para buscarnos clases evolutivas exclusivas. De homínidos a homininos, y a otros conceptos que les han seguido, vemos un prejuicio clarividente: vernos como una finalidad en la evolución, como una especie elegida. Solo cabe repasar qué ha pasado con la nueva clase de nuestros parientes bajo el concepto de hominin.

En algún momento hominin excluyó a australopitecinos y gorilas dejando de nuevo al género Homo el total protagonismo. El problema fue que algunos ejemplares de Homo habilis6 se han demostrado más cercanos a los australopitecinos que al resto de todos los Homo. Y a ello cabe añadir las enormes similitudes genéticas entre sapiens y chimpancés, hasta el extremo que también se propuso asignar el género Homo a los chimpancés. Luego se definieron nuevos géneros no australopitecinos como parientes nuestros. Ese conjunto de datos abofeteó el orgullo humano para darnos cuenta que todo era más complicado de lo que deseábamos. En cierto modo la fiabilidad del concepto hominin también perdió su turno por falta de datos claros. Hoy en día se relega a hominin los géneros Homo y Pan (Chimpancés y Bonobos). Desgraciadamente todavía no hay consenso entre todos los paleontropólogos. La verdad, y cuesta siempre de admitir, es que la naturaleza es muy diversa y que nuestros intentos de clasificación surgen del deseo de moldear la realidad humana bajo una estirpe propia. La naturaleza no resulta clasificable al cien por cien. Los humanos diseñamos árboles evolutivos para aproximarnos a esta realidad. Creerse estos árboles como hechos significa pasar de la ciencia a la ciencia ficción.

| Los gorilas y chimpancés son parientes próximos que desarrollaron una locomoción muy distinta a la nuestra en base a sus nudillos. Ambos no somos homínidos ya que esta clasificación está descatalogada. 

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ

Entonces qué hacemos con la dicotomía entre homínidos y homininos. Pues en eso la cladística7 nos ofrece un método de trabajo más acorde entre fósiles, evolución y especies biológicas. Su técnica consiste en comparar los rasgos de cada ejemplar para vislumbrar sus parentescos. Al aplicar tal método nos acercamos un poco más a la red de relaciones entre nuestros parientes evolutivos dejando a homínidos y homininos bajo la niebla de nuestros deseos antropocéntricos. De hecho, la cladística define muchos más grupos como parientes cercanos que homínidos y homininos. Ello evita aquellos árboles evolutivos falsos y falaces fruto de personalismos científicos. En el fondo los humanos, homínidos o no, somos muy primates.

Referencias

  1. Cela, C. & Ayala, F. (2001): Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
  2. Rabadà, D. (2020): Prejuicios y Evolución Humana. Editorial Canalla.