Revista Ciencias de la Tierra

La falsedad de los árboles evolutivos

Casi cada experto en evolución ha propuesto en algún momento uno o más árboles evolutivos. Sabemos que la ciencia debe ser vigilante, crítica y objetiva, pero muchos investigadores devienen ansiosos, creyentes y subjetivos. Por todo ello estos no se ponen de acuerdo al defender lo suyo como lo más veraz sin saber que los árboles evolutivos resultan falsos, falaces y llenos de prejuicios. La paleontología es la ciencia de las tres pes, paleontólogos, pocos y peleados.

15 Marzo 2021 | Por David Rabadà

Palabras clave: Arboles evolutivos – Eslabón perdido – Cladística – Prejuicios

La confección de árboles evolutivos resulta una quimera por varias razones. En primer lugar hay filogenias1 que mezclan especies biológicas con paleontológicas siendo ambas evolutivamente distintas, científicamente no equivalentes y temporalmente distantes. Es decir, combinar especies biológicas y paleontológicas equivale a mezclar tomates con patatas. Son unidades distintas que no deberían sumarse como los vatios con las hectáreas. Los árboles evolutivos de los primates, por ejemplo, no se corresponden con los árboles genéticos del mismo grupo estudiado.

Un segundo error es encadenar organismos bajo la relación antepasado – descendiente. En paleontología, y a falta de grandes datos genéticos, es casi imposible saber exactamente quién es el antepasado directo de quién. A lo sumo, y al comparar correctamente similitudes y diferencias entre especies, se describe el grado de parentesco entre unas y otras, pero no taxativamente su orden antepasado – descendiente. Equivaldría a decir que mi tío, al parecerse mucho a mí, fuera mi antepasado directo, o que un chimpancé sea el antepasado de los humanos. En estas familiaridades convendremos que no hay relación directa entre antepasado y descendiente sino que en ambas se comparten semejanzas por un antepasado común. Ni mi tío es mi padre, ni un chimpancé nuestro ancestro directo, todo lo contrario, son ramas que penden de ancestros comunes. Por tanto los árboles evolutivos que se empeñan en enlazar cadenas de antepasados con descendientes se inventan más mentiras que verdades.

|Glosario|

Relación de parentesco entre especies. 

Homo antecessor ​ es una especie extinta perteneciente al género Homo, considerada la especie homínida más antigua de Europa y probable ancestro de la línea Homo heidelbergensis- Homo neanderthalensis. Vivió hace unos 900.000 años.

Del latín sabio

La cladística es una rama de la biología que define las relaciones evolutivas entre los organismos basándose en similitudes derivadas. 

Es un carácter homólogo apomórfico compartido por todos los individuos de un taxón.​ Es decir, una sinapomorfía es una novedad evolutiva que permite diferenciar a un taxón de otros taxones. 

Un cladograma es un diagrama ramificado usado en la cladística que esquematiza la filogenia, o historia evolutiva, más probable de un grupo de taxones terminales, con base en cierta metodología fundada por el taxónomo Willi Hennig en 1950. 

Los australopitecos son un género extinto de primates homínidos. Las especies de este género habitaron en África desde hace algo más de 3,9 millones de años hasta hace unos 2 millones de años, del Zancliense al Gelasiense. La mayor novedad aportada por los australopitecos es que se desplazaban de manera bípeda.

| Vila-rodona, Catalunya.

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ

Otro error sobreviene cuando el experto hace encajar en sus árboles la especie que él ha definido o inventado. A demasiados paleontólogos les gusta patentar nuevos organismos pero la ciencia tiene que reflejar la realidad y no un narcicismo de proyecciones históricas. Por ejemplo, y cuando en 1997 se creó el Homo antecessor2 en España, se alteró todo el árbol evolutivo para que este encajara con sus supuestos orígenes africanos, algo que los propios inventores del antecessor tuvieron que desmentir años más tarde.

| Nuestros parientes cercanos podrían confundirse con nuestros antepasados si pensáramos que podemos establecer una cadena continua entre antepasados y descendientes.

FOTOGRAFÍA DE GABÓN

Pero uno de los errores más repetido en la mayoría de los árboles evolutivos es que son tendenciosos al situar a los humanos modernos como la cumbre de una evolución. Al ordenar a nuestros parientes en algún orden creciente y situar a la derecha o arriba a nuestra especie, se insinúa que somos la cumbre de un proceso. Es decir, que se da a entender que somos un ente superior que la evolución perseguía. Dicho en otras palabras, que la naturaleza estaba dirigida por un diseño inteligente que predeterminó nuestra aparición por encima del resto de las especies. Si nos creemos lo anterior justificaremos a los creacionistas y negaremos los datos científicos. Los sapiens3 no somos superiores al resto de organismos ya que hay millones de criterios a elegir. Por ejemplo, nosotros no somos mejor que las bacterias ya que éstas llevan evolucionando y sobreviviendo más de 3.8000 millones de años. Cabe tener en cuenta que nuestra especie apenas lleva 300.000, y como en la mayoría de mamíferos, sin garantías de llegar al millón de años. ¿Quién es superior entonces? ¿Quién vive más pero sin pensar? ¿O quién pensando podría autoexterminarse? No hay criterios absolutos para decidir quién es superior a quién. Cualquier intento de ello nace de un prejuicio que establece un criterio previo. En tal caso se debería demostrar que ese criterio es el más objetivo del mundo. Si la mayoría de mitologías y religiones nos creen una especie elegida por lo sobrenatural convendremos que eso no resulta empírico. El método científico debe ser el protocolo que más nos acerca a la realidad. Las creencias y religiones no nos aproximan al mundo físico, solo nos indican la senda a un mundo celestial.

| Los árboles evolutivos sólo son un árido intento de hacer encajar nuestros deseos con la realidad de un pasado mucho más abonado (foto del autor: Australia).

FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADÀ (Australia)

En definitiva, y si diseñar árboles evolutivos conlleva errores, ¿qué debemos hacer? Pues en primer lugar ser científicamente humildes, en segundo lugar ceñirnos a los hechos, y en tercer lugar no describir nuevas especies que encajen con nuestros deseos. Simplemente debemos establecer el parentesco evolutivo de todos los ejemplares en estudio y no una filogenia arbórea. En ello existe un método, la cladística4, que separa los rasgos compartidos con respecto a sus derivados o sinapomorfías5. Así podemos comparar fósiles, especies vivas e incluso grupos taxonómicos entre sí. Al hacerlo, y si observamos mayor parentesco entre dos de ellos, implica que hay un antepasado común más cercano. En caso contrario, y si observamos menos parentesco, es que el ancestro es más lejano. De todo ello se establece un diagrama, llamado cladograma6, en donde se ordenan esos organismos según su presunta proximidad evolutiva. De esta manera jamás se dice quién es antepasado de quién, solo que comparten un antepasado cercano o lejano. De todas formas el método no es infalible y se halla sensible ante los rasgos elegidos y ponderados por los expertos. A pesar de ello resulta un procedimiento más objetivo que las aproximaciones por intuición. Así la cladística asesina otro gran prejuicio en evolución humana, el falso eslabón perdido vigente aún en muchos libros de texto. Si no podemos establecer antepasados directos al cien por cien, tampoco podemos hallar fácimente el fósil intermedio entre dos conocidos. Esto ha ocurrido en evolución más de una vez. Así muchos expertos se han empecinado en buscar fósiles inexistentes que encajaran con los vacíos de su árbol. Bajo el pretexto del eslabón perdido se buscaron simios con capacidades cerebrales intermedias y crecientes entre Australopithecus7 y Homo para descubrir que muy probablemente hubo un salto evolutivo en un breve periodo de tiempo que no quedó registrado. Es decir, no fosilizó ese eslabón perdido, y aunque muchos árboles tendenciosos parezcan indicar que existió un largo tránsito, solo son fruto de los prejuicios humanos.

Referencias

  1. Cela, C. & Ayala, F. (2001): Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
  2. Gould, S (1981): La Falsa Medida del Hombre. Biblioteca de Divulgación Científica. Ediciones Orbis.
  3. Rabadà, D. (2020): Prejuicios y Evolución Humana. Editorial Canalla.
  4. Sterelny, K (2020): Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Arpa ediciones.