El bipedismo humano ¿ancestral o novedad evolutiva?
La primera vez que escuché que nuestro bipedismo procedía de uno de ancestral arborícola no lo creí. Corría el año 1999 y mucha gente se hallaba más preocupada con el inminente cambio de milenio que por las nuevas tendencias evolutivas. El bipedismo humano era un ejemplo de lo previo y lo posterior bajo los errores del destino.
30 Agosto 2021 | Por David Rabadá
| El bipedismo actual quizás fue una herencia muy primitiva y sin adaptación clara inicialmente.
Palabras clave: Bipedimos humano – Adaptación – Ancestral – Novedad evolutiva
Me enteré que nuestro bipedismo no era ni una adaptación exclusiva nuestra, ni un rasgo evolutivo novedoso, y ni mucho menos de nuestro linaje. En definitiva que no me lo quise creer durante los primeros minutos de aquella conferencia en el Cosmocaixa de Barcelona. Fue la tesis de Moyà con su Oreopithecus1 de unos 8 millones de años la causa de mi desazón. Así lo publicó Köhler y otros en el PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America) de aquel 1999 y posteriormente Moyà y colaboradores en el PNAS de junio de 2014. Pero había otras pruebas para ver que el bipedismo no era exclusivo de los humanos. En el año 2000 apareció en Kenia el hombre del milenio, el Orrorin tugenensis2, un simio omnívoro y de bosques densos que con 6 millones de antigüedad andaba eventualmente erguido con menos de 1,5 metros de altura. Luego en 2007 el estadounidense Filler propuso que un antiguo simio de 21 millones años, el Morotopithecus bishopi3, fue uno de los primeros en caminar sobre dos patas. Y finalmente en noviembre de 2019 el equipo de Böhme publicaba en Nature su Danuvius guggenmosi4 de 11,6 millones de años, un nuevo simio con bipedismo arborícola al sur de Alemania.
En conjunto, todos los hallazgos anteriores representaban un bipedismo arborícola muy anterior al de campo abierto típico de Homo y de otros afines. Pero además todos estos bípedos arborícolas ancestrales eran inferiores al metro y medio de estatura, sin cola, con brazos largos, clavícula ancha, manos largas, pulgar corto, más un extremo dimorfismo sexual entre machos y hembras, es decir, los machos competían por su derecho al apareamiento y a la reproducción. Por ello los sementales eran el doble de pesados que sus consortes, algo que todavía ocurre con los simios actuales a excepción de nosotros y los bonobos. En estos últimos, con un sexo compartido o en pareja, las luchas entre machos rivales ya no resultan frecuentes y por ello nuestro dimorfismo sexual es bajo.
|Glosario|
Oreopithecus bambolii, literalmente ‘mono montañés de Bamboli’, es una especie extinta de primate hominoideo que vivió durante el Mioceno (23 – 5 millones de años) Sus fósiles han sido hallados en Italia, especialmente en Toscana y Cerdeña y en el este de África.
Orrorin tugenensis es una especie de homínido fósil encontrado en las proximidades de la localidad de Tugen, en el área montañosa central de la actual Kenia. Existió hace 6,2 y 5,6 millones de años.
Morotopithecus bishopi es una especie extinta de primate hominoideo, descubierta en yacimientos del Mioceno (23 – 5 millones de años) del distrito de Moroto, Uganda.
Danuvius guggenmosi es una especie extinta de gran simio que vivió hace 11,6 millones de años durante el Mioceno medio-tardío en el sur de Alemania. Es el único miembro del género Danuvius.
| Danuvius guggenmosi tenía brazos similares a los de un bonobo, pero sus piernas eran similares a las de los humanos. El hallazgo indica que los primates comenzaron a caminar erguidos en los árboles, antes de llegar al suelo.
FOTOGRAFÍA DE VELIZAR SIMEONOVSKI
En resumen, el actual andar erguido sobre dos piernas no parecía ser una novedad evolutiva en nuestra evolución, más bien todo lo contrario. Habíamos heredado un rasgo arcaico de unos simios bípedos y arborícolas. Todo ello chocó con la obsesión de interpretar todo rasgo biológico como una adaptación a algo. Esta obstinación de buscar causa y efecto bajo la adaptación nos cierra los ojos ante otras opciones. Heredamos caracteres con o sin utilidad y quizás el debate del bipedismo humano se encuentre en este contexto. Si nos cayó el bipedismo por herencia desde unos ancestros arborícolas que lo poseían, es que simplemente no lo necesitábamos de inmediato. El andar erguido resultó llanamente algo arborícola y ancestral que millones de años más tarde evolucionó hacia grandes ventajas para nosotros. Pero nuestra visión de la evolución humana ha sido tan antropocéntrica que deseamos creer en un andar erguido adaptativo desde nuestros orígenes y propio en nuestra estirpe. Es más, todo ello ha cargado de prejuicios nuestras interpretaciones durante años, si es que todavía no lo sigue haciendo. En la mayoría de libros escolares se afirman tres falsedades con respecto a nuestro bipedismo. La primera, que nuestro andar erguido es un carácter propio y diferencial de nuestra estirpe; la segunda, que provino de seres que andaban sobre nudillos como los actuales chimpancés y gorilas; y la tercera, que estos ancestros fueron descendientes de simios cuadrúpedos arborícolas. Pues esta visión ordenada y escalonada de nuestra evolución se ha estampado una y otra vez con los fósiles hallados. Es decir, y de nuevo, los hechos desmienten nuestros prejuicios. Como decía el filósofo polaco Leszek Kolakowski, «el pasado puede ser conjurado, pero nunca puede ser anulado». Por ello es fundamental dejar por escrito los hechos para que prevalezcan. En 1941 el historiador ruso Dubnow, y ante la destrucción del barrio judío de Riga en Letonia dijo, «escribir y recordar». Algo que San Isidoro ya proclamó mucho antes con su verba volant, scripta manent (la palabra vuela, el escrito permanece). Vamos a ordenar y describir los hechos de nuestro bipedismo para deshacer los prejuicios que hasta el momento los cementan. Quizás el bispedismo pionero no fue adaptativo en su primer momento.
| El bipedismo marchador típico del actual Homo se dio entre parientes nuestros hace más de tres millones de años. Réplica de Australopithecus africanus
FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADA
Primero cabe recordar que, entre muchos dinosaurios, aves, y canguros, nuestra bipedestación ha sido una más en la naturaleza. Es decir, los dos tipos de bipedismo de los simios, el arborícola y el de campo abierto, fueron de los últimos en pisar la Tierra. Pero en segundo lugar hay que aceptar que nuestro bipedismo marchador es herencia de uno de arborícola heredado y ancestral cuyos protagonistas no eran ni cuadrúpedos ni nudillistas. Es decir, y en contra de quienes creen que el bipedismo devino de un rasgo exclusivo, los datos indican todo lo contrario. Nuestro andar erguido provino de un rasgo ancestral que luego evolucionó hacia la marcha andante.
| El bipedismo resulta una estrategia locomotora no exclusiva de los humanos ya que también la desarrollaron aves y algunos dinosaurios y mamíferos.
FOTOGRAFÍA DE DAVID RABADA
Todo esto equivaldría a pensar que nuestra generación inventó la electricidad, pero ésta ya había sido descubierta por los egipcios unos cuatro mil años atrás. Así pues, la electricidad actual, tecnológicamente hablando, no fue una novedad sino una herencia ancestral. En su origen egipcio no pareció gozar de grandes aplicaciones y adaptaciones, aunque hoy en día se halla por todas partes y artilugios. La heredamos del pasado con utilidad supuesta, pero evolucionó en plenitud mucho más tarde. Así el bipedismo, téngalo claro, no fue una novedad evolutiva nuestra, simplemente nos llegó de nuestros ancestros y luego nos fue muy bien. El bipedismo fue algo ancestral que derivó de un pasado arborícola con adaptaciones diversas. Luego, y con el transcurso de millones de años, le supimos sacar mayor provecho. En un próximo artículo repasaremos las teorías que intentaron explicar el bipedismo como una gran y exclusiva adaptación humana. Ello nos transportará a nuevos avances, evitará grandes prejuicios y nos permitirá proponer mejores preguntas. Y como decía Leibniz, casi no hay una paradoja sin utilidad.
Referencias
- Cela, C. & Ayala, F. (2001): Senderos de la Evolución Humana. Alianza Editorial.
- Kuper, A. (1994): The Chosen Primate. Harvard University Press.
- Rabadà, D. (2020): Prejuicios y Evolución Humana. Editorial Canalla.
- Sterelny, K (2020): Richard Dawkins contra Stephen Jay Gould. Arpa ediciones